Críticas

Armando Alvarez Bravo,
Crítico de Arte de El Nuevo Herald Miami

«Campuzano , ahora vuelve con su dibujo ejemplar, sus composiciones impecables y su colorido brillante. En sus telas, hombres y mujeres parecen súbitamente detenidos. Es como sí hubiesen escapado momentáneamente del vértigo de cada día».

«Pero esa calma maravillosa, que puede recordar la suspensión del movimiento en una danza llena de intensidad, es sólo una tregua. El visitante a la galería no puede dejar de pensar qué harán liberadas de la tela esas jóvenes figuras, olvidadas de sí mismas, o quizás en suprema concentración».

«Los personajes de Campuzano son los protagonistas de nuestro tiempo, que son los protagonistas de todas las épocas. Su clasicismo rebosa modernidad. Parece que este pintor comparte sus experiencias. Saben que viven en un hilo y que tienen toda la capacidad de desear».

«Es la lección más antigua, más lujosa en su esplendor plástico. Ayer no fue, ahora es mañana y todo el tiempo es una aventura. El clásico Enrique Campuzano nos enfrenta a esa realidad y ese misterio con la meticulosidad de sus imágenes. Tienen toda la sensualidad de lo que somos, lo que podemos ser y lo que queremos ser».

Armando Alvarez Bravo,
Crítico de Arte de El Nuevo Herald Miami

«A través de una impecable ejecución, Campuzano devuelve a la figura humana y a los objetos un rango protagónico. Lo preciso de la línea, la justeza del color y el equilibrio de la composición, se conjugan para ahondar en la otra realidad de lo real».

«Esta obra, cuyas raíces se alimentan concientemente en Velázquez, Zurbarán, Ingres , y artistas contemporáneos como Lucien Freud es, desde las honduras del lienzo, un ejercicio de búsqueda del tiempo perdido, que es lo que nos aguarda y quiere imponerse a nuestra ceguera multiplicada por el acarreo de la vida contemporánea».

«Si las referencias plásticas son las coordenadas naturales para una obra pictórica, en el caso de Campuzano esas coordenadas hay que hacerlas trascender hacia lo literario. Afianzarlas en la proeza atomizadora del tiempo de Marcel Proust».

Leslie Judd Ahlander,
Art Nexus, Mayo 1991

«Sus naturalezas muertas son extraordinarias en la sensibilidad con el material. En «Papel iridisdicente», tres jarrones de cristal sostienen un papel arrugado, doblado como ramos de flores, cada uno con una calidad táctil distinta. La película iridiscente de un jarrón es un verdadero «tour de force», al jugar los muchos colores, contra el duro cristal que lo sostiene».

«En «Tapices» un cúmulo de alfombras en una mesa está pintada de manera tan fina, que se puede sentir la textura del tejido, su grosor, y las puntadas individuales que se le han hecho a la tela de lana. En «Pedazos de cuerpo» un estudio recortado de un desnudo masculino está adherido con cinta «scotch» a un viejo y oscuro paisaje marino; es tan realista la superposición que es imposible no querer levantar la cinta y arrancar la pieza».

«En su aproximación a los temas, consigue que las texturas se vuelvan el motivo de las pinturas, con el flujo de la luz como factor de unificación. En ésto Campuzano está más cerca de Vermeer y Magritte en espíritu».

Armando Alvarez Bravo (Miami)
Julio 2002

«Hace más de una década afirmé que quizás una de las formas de identificación del verdadero arte actual es su capacidad de aceptación de los órdenes clásicos. El valor de desafiar a las modas y los modos, enriqueciendo lo permanente con los sueños de la imaginación. Con esa certidumbre, que el paso del tiempo sólo ha acendrado, definí el espíritu de la pintura del artista chileno Enrique Campuzano».

«Ese espíritu no ha cesado de enriquecer el depurado quehacer del creador, de ganarle nuevas dimensiones a su discurso. Esta obra exquisita se afianza en varios pilares. Son lo literario, la poesía que se genera y nutre en la fijeza y la evidencia y la otredad de las cosas, y posee la capacidad para, desde esa cristalización suntuosamente formulada, establecer nuevos umbrales y posibilidades a ambos lados de la realidad plasmada por el pintor. Así, Campuzano ha logrado trascender, con la profunda autenticidad de sus imágenes, las calidades de la inmediatez y el siempre de un clasicismo en que la obra es tanto final exaltación de lo real como propuesta fundadora en el dominio de la intensidad de lo cotidiano que convierte en testimonio, invención y magia».

«Esta pintura en que la composición es tan rigurosa, en que el minucioso e impecable dibujo alcanza los máximos de precisión y expresividad, y en que el color, las transparencias y las texturas responden a los más estrictos cánones, nos entrega con constancia unos singulares lienzos de exquisita belleza. Pero esa belleza no constituye un acto de complacencia estética cuyo alcance bien puede justificarse en y por sí mismo. En verdad es suprema declaración de la voluntad de calma que anima al creador. De su capacidad para tomar el todo y someterlo a una alquimia en que, tanto el pintor como el que contempla su obra saben que en su imagen y otredad alienta una posibilidad de armonía, de equilibrio, de inteligencia de lo que es y lo que puede y debe ser».

«El realismo de la pintura de Campuzano es encarnación de una doble valencia. Es aquella en que confluyen lo factual y la imaginación. Esta es obra de interrogación, respuesta y reconciliación ideal del espíritu del hombre con su circunstancia y sus contradicciones. Así, desde su tratamiento del desnudo como manifestación excepcional de las fuerzas y los matices de la condición humana, hasta su acercamiento a los temas más permanentes de la historia de la pintura, como las naturalezas muertas y los interiores, pasando por la rica reinvencion de la realidad a partir del reordenamiento onírico de sus componentes, Campuzano plasma un mundo tan personal como participable».

«El tratamiento de la figura es ejemplar en su sentido más clásico y académico en obras como «Interior con figura», en que su modelo está sentado en una silla, vuelto sobre sí mismo, totalmente absorto, como si estuviese pendiente de la mirada del pintor que lo fija. Este óleo es exponente de la conciencia del artista de que la criatura, hasta en la soledad más absoluta, siempre está expuesta a la mirada del otro. Contrasta ese cuadro con el óleo «Bolsos de Velázquez», que ejemplifica la capacidad de Campuzano para captar lo fijo y lo cambiante de la realidad de las cosas y el paso del tiempo. En esta obra lo hace plasmando tres bolsos de papel con imágenes de cuadros del pintor de pintores español, que reposa tan naturalmente en una sencilla mesa de madera. «Calas» ilustra la elaborada sensibilidad de Campuzano para, sin alterar ni desvirtuar la naturaleza de las cosas, darles un sentido distinto a través del contraste establecido entre las inmensas flores que se alzan en irregulares recipientes, junto a unos libros, una plancha de hierro y otros sencillos objetos que hay sobre una mesa».

«No pueden ser más realistas estos extraordinarios lienzos. Pero, singularmente, la fuerza de su realismo va más allá de sí misma. Esa es la cifra de su excelencia. Una excelencia que nos permite reconocer lo conocido, que tantas veces pasamos por alto o ignoramos y, a su vez, darnos cuenta de que hay mucho más allá de su apariencia. Así, desde su gran oficio para fijar la intimidad de la criatura y de las cosas, el lenguaje de sus superficies, las posibilidades caleidoscópicas de su impulso cambiante tan lleno de súbitos e iluminaciones, Campuzano, un creador que sabe que la pintura se cumple en su propia perfección y belleza, es un consumado artífice de algo que mucho falta al arte de nuestro tiempo. Es el espíritu de lo clásico en su siempre y en su más».